lunes, 10 de septiembre de 2012

Vacaciones de verano con muy poco sol


Llevaba un tiempo sintiendo por fin la libertad como hacía mucho que no la sentía. Por fin me había dado cuenta - o empezaba a hacerlo - del lastre que llevaba sobre los hombros y que me hacía querer retroceder hasta el principio, que parecía más un final triste. Y de nuevo, siento como si volviera a estar en esta prisión y todo esto no hubiera sido más que un sueño. Que me vendieran unos patines que me han durado un mes; que, por ello, haya estado varias semanas perdido del mundo, ha tenido algo que ver. Durante estos días ha habido momentos en los que he pensado largo y tendido sobre este asunto: sobre si merecía la pena seguir con todos ellos o era otra cosa lo que necesitaba. Este verano no he podido ir al pueblo a ver a mi familia; tampoco he podido ver a los chicos de los martes todos los martes que hubiese querido, ni pasar más de una sola noche acostado sobre una superficie de piedra mientras sus susurros me llegaban lejanos ya en la madrugada. Este verano ha sido más bien un invierno en el que el sol ha salido todos los días pero cuya luz me ha llegado muy débil. Y lo peor es que me he dado cuenta de lo que no quería ver: que todo, incluído el amor de los más cercanos, cambia, y que yo no he hecho mucho para remediarlo.