lunes, 21 de noviembre de 2011

Odio

Odio los días de lluvia, porque el agua se me cuela entre la piel y me moja el corazón.
Odio los lunes, porque son un sinsentido si no te tengo a mi lado.
Odio, a veces, no poder gritar al mundo todo cuanto siento, pues todo sería muy diferente.
Odio complicar hasta la cosa más fácil del mundo y acabar estropeándolo todo.
Odio tener que ser siempre correcto y no poder liberar esta locura que, a veces, me desborda.
Odio la hipocresía de los ricos y de los políticos, que alardean de una pretendida moralidad pero que no se preguntan cuánto cobrará el niño que ha hecho sus zapatos.
Odio a las personas que están más pendientes de tu vida que de la suya propia, y que ocultan sus insatisfacciones bajo críticas tan burdas...
Odio los convencionalismos, las modas absurdas, la falta de personalidad y, en definitiva, la superficialidad de muchas personas. Los buenos sentimientos no se pueden comprar ni fingir...
Odio a las personas que abandonan sus sueños, y a aquellas otras que, una vez abandonados, entran en una espiral de monotonía en la que todos los días pasarán iguales hasta el día de su muerte.
Odio a los que piensan que su destino está escrito.
Odio a los duros de corazón, porque acaban solos.
Odio a aquellos que se creen con autoridad moral (y divina) suficiente como para decirte lo que está bien o mal.
Odio la incoherencia de este país: ¿Por qué esos sueldos tan desorbitados para futbolistas, políticos, caraduras de la televisión, etc? Y, mientras tanto, a saber cuántos habrá mojándose en las calles entre cartones...
Odio no entenderme ni yo mismo a veces.
Odio acostarme con la incertidumbre de si esto cambiará en algo al despertar.
Hay tantas cosas que odio...

miércoles, 16 de noviembre de 2011

¡Qué a gusto sería...!

 
¡Qué a gusto sería
sombra de tu cuerpo!
Todas las horas del día, de cerca
te iría siguiendo.
 
Y mientras la noche
reinara en silencio,
toda la noche tu sombra estaría,
pegada a tu cuerpo.
 
Y cuando la muerte
llegara a vencerlo,
sólo una sombra por siempre serían
tu sombra y tu cuerpo. 

                    
                        Augusto Ferrán