lunes, 19 de septiembre de 2011

En un ambiente demasiado femenino

El jueves pasado fui a una especie de bienvenida que organiza todos los años la universidad para los alumnos de primer curso. Nada más llegar nos asignaron en diferentes grupos según la carrera. Hasta ahí todo bien, si no fuera porque de la mía (Traducción e Interpretación) se hicieron tres grupos diferentes: inglés, francés (el mío) y alemán. "Dónde se meten los chicos?" me preguntaba yo en ese momento, y al momento adiviné la respuesta: en ningún lado... yo era el único chico (varón). De repente me quedé paralizado, como cuando quieres pensar "Esto no me puede estar pasando a mí" pero sabes que sí, está pasando, delante de tus narices, y te sientes como uno de esos maniquíes de las tiendas que todo el mundo mira al pasar. Lo malo en este caso es que yo, como humano que soy, siento, y claro, la vergüenza era tal que puse cara de circunstancia y algunos debieron de darse cuenta. Intenté tranquilizarme pensando que por ser el primer día (y de bienvenida) faltaría más gente por incorporarse cuando empezaran las clases. Eso es lo que descubrí esta mañana, que estuve allí de nuevo. Sí, había más chicos aparte de mí: dos exactamente. No es que me sintiera especialmente aliviado, la verdad, porque chicas habría como 6 o 7, o incluso más, porque no las conté, y chicos éramos tres, uno de los cuales me dio un poco de miedo por muchas cosas: su manera de hablar tan exaltada, tan... no sé, pensé que estaba loco. De nuevo pensé, para tranquilizarme, que hoy, por ser aún uno de estos días tontos de bienvenida que se organizan, habría bastante gente que no habría ido, que ya llegarían más chicos. Espero que sea verdad. En el caso de que no, me he planteado la idea de cambiarme de grupo, pero posiblemente eso habría que haberlo solicitado durante el período de matrícula, y en caso de que se pueda todavía, lo mismo solo se permite en casos excepcionales (acoso escolar...). Si no me dejan cambiarme de grupo pues nada, qué más da. La universidad es grande, así que, claro está, no me relacionaré solo con esas personas.

martes, 6 de septiembre de 2011

Empezar de cero siempre es difícil

Hoy es un día de lo más corriente. Esta mañana fui a mi (ex) instituto para recoger la tarjeta de selectividad, algo que yo desconocía que existiera. En cuanto me vio entrar la secretaria me dijo "¿Te pego una patada en los huevos o te tiro del pelo?" como reproche. Sí, muy sutil. Yo iba ya con la escopeta cargada porque anteriormente había estado con ella al teléfono para preguntarle, y su tono de voz y forma de hablarme no me gustaron nada (¡a ver, porque no entiendo que si eso era tan impotante para la matrícula de la universidad no me lo hubiera dado junto con los demás papeles el último día que estuve allí! Para que luego me llamen despistado), aunque me controlé. Sobre todo me relajé cuando, para mi sorpresa, vi que allí estaban Elisa, mi profesora de Economía (the best),  y Antonia, la de Geografía (muy enrollada ella también, pese a su bipolaridad y sus ataques repentinos de ira que te dejan sin palabras). Saludé primero a Elisa, con una sonrisa de oreja a oreja. Ella parecía también alegrarse de verme y me preguntó lo típico: que qué hacía allí, que si me habían admitido en la carrera que yo quería, etc. Al momento se unió Antonia a la conversación, que no duró mucho más pero que me alegró el día. Sí, algunos podréis pensar "Pues no es para tanto". Para mí sí. Para mí Elisa significa muchas cosas: superación, coraje, ternura; ha sido como mi segunda madre. Ha sido profesora, amiga y hasta psicóloga. Se ha desvivido todo el curso para que quienes iban peor aprobasen y quienes íbamos bien fuésemos mejor aún. A veces nos gritaba o se enfadaba mucho por un simple ejercicios, pero porque en verdad nos quería y no quería dejar a nadie para septiembre. Al principio me sentaba muy mal y había días que no quería entrar en clase, pero empecé a estar más atento y a esforzarme más y dio buen resultado. En determinadas ocasiones me llegó a preocupar que le pudiera dar un ataque de ansiedad o algo así, ya que es muy nerviosa. Ha hecho mucho por nosotros y nosotros no tanto por ella, aunque sé que en verdad sabe cuánto la apreciamos. Podría seguir escribiendo sobre ella porque es una de las personas a las que más admiro y más cariño le tengo, pero no es lo suyo.

De Antonia poco que decir, puesto que no he tratado tanto con ella, pero me parece una persona verdaderamente simpática, culta y enrollada. Se nota que le gusta tratar con gente joven, como si fuera nuestra colega (a pesar de los añitos que tiene). Me quedo con muy buenos recuerdos de estos dos últimos años y espero que ella también.

Y de Julio (Filosofía), a quien me encontré en la puerta del instituto... ¡de él sí que podría escribir una entrada entera! Es como una enciclopedia Larousse: sigo pensando que lo sabe TODO, aunque él diga que no. Filosofía me resultaba al principio la asignatura mááás aburrida, pero le fui cogiendo el gustillo porque en las clases a veces se hablaba de todo menos de Filosofía, pero siempre aprendías algo interesante. Eso sí, a final de curso nos pilló el toro y metimos un carrerón impresionante (en parte por su culpa, que tenía la manía de desviarse del tema). Creo que Julio es de esas personas a las que merece la pena conocer a fondo. Es un poco distante, como si le costara abrirse 100 % a los demás. Es como... misterioso, y sus palabras te hacen reflexionar. Eso sí, es un tío super simpático, generoso y educado. Si tienes un problema no importa que le digas que no hace falta: él hará todo lo posible para solucionarlo en ese momento.
En selectividad, justo entrando en el examen de Economía, me percaté de que a la calculadora se le habían acabado las pilas. En ese momento me nombraron y él me dijo que vería lo que podía hacer. Ya dentro un chico me prestó una calculadora que le sobraba, y justo antes de empezar el examen llaman a la puerta. Era él, que había ido corriendo a comprarme una calculadora. Me sentí tan emocionado y conmocionado ante tanta expectación que me costó levantarme e ir a cogerla. Total, que me puse rojo como un tomate y todo el mundo soltó una carcajada, pero todo bien al fin y al cabo.

Igualmente doy las gracias a mis compañeros, con quienes me he reído mucho y no ha habido ningún mal día gracias a ese buen rollo que transmiten. Ojalá les vaya a todos muy bien en la vida.

En fin.... que ya quedan menos de dos semanas para empezar en la universidad. Este curso ha sido largo, pero ahora que ha terminado echo de menos tantas cosas y a tantas personas... A muchas de ellas sé que no las volveré a ver, pero tal vez conozca a otras tantas igual de maravillosas que me hagan comprender que todo en la vida son etapas y que no debo conformarme con lo que he vivido hasta ahora.