sábado, 20 de agosto de 2011

Recuerdos de tardes bajo mi paraguas

¡Bueno! He de reconocer que incluso antes de irme a Dublín ya tenía un poco descuidado este blog, y que los quince días que he pasado allí me han hecho desconectar completamente de todo, pero no para siempre.
Mis días allí han sido muy variados. Han estado acompañados de la emoción que uno experimenta cuando lo deja todo para comenzar una nueva etapa lejos (justo lo que necesitaba desde hacía algún tiempo, irme lejos); también los han llenado momentos amargos, esos en los que te sientes un extraño, en los que un buen día, de repente, sientes que estás perdido en un mundo que no te pertenece, como si de un sueño se tratase.

                                                                       
                                                                         (El puerto).


El viaje fue bastante bien. Tuvimos que trasladarnos en autobús hasta Málaga (en el que tuve la suerte de sentarme con una chica a la que ya conocía) para coger allí el avión. Una vez dentro del avión pensé en dormirme, porque me habían puesto a dos chicas al lado que, obviamente, no conocía de nada (igual que ellas a mí). Sin embargo, la que estaba justo a mi lado me cayó muy bien desde el principio. Cuanto menos me hacía reír cada vez que gritaba porque no quería que el avión despegase, porque le daba muchísimo miedo. Con todo eso, ni que se me embotaran los oídos, ni que me doliera la cabeza y ni que estuviera un poco asustado acerca de lo que me esperaría a partir de entonces me afectó demasiado. Eso sí, ¡un vuelo de tres horas siempre aburre (y más si no te dejan encender el móvil para escuchar música)!



                               (Sí, esta foto es del vuelo de vuelta, no de ida, ya que entonces no pude hacer ninguna).

Total, que al llegar al aeropuerto de Málaga, pasadas las 01:30 horas (hora irlandesa) nos informaron de que había habido un problema (una equivocación) con el autobús y que tendríamos que ir en taxis hasta el campus, en grupos de 3/4 personas. En realidad fue bastante bonito. Fue como una ruta turística nocturna con un señor que apenas miraba los semáforos y conducía bastante más rápido de lo que debiera, adentrándonos por solitarias calles, todas vacías, a excepción de algún que otro borracho o transeúnte que aún quedara por allí, mientras el frío viento te despeinaba.
Al llegar al campus nos fueron asignando las habitaciones. A mí me tocó con Migue, un chico al que siempre le estaré agradecido por su infinita paciencia conmigo y, sobre todo, por prestarme todo tipo de potingues y cosas y ser hasta mi asesor de moda en las noches en las que había discoteca (¡qué suerte tuvimos de ser compis de habitación!). Por cierto, pido perdón a Migue porque en cuanto lo vi pensé "joder, ya me ha tocado tener que aguantar al cani de turno durante 15 días". Me arrepiento de haber pensado eso del que haya sido uno de los chicos con mejor corazón que haya conocido.

                                        (Yo soy el 2º por la izda., y Migue, el 2º por la dcha.).

Los días fueron transcurriendo con normalidad. Muchas personas se encariñaron rápidamente con el resto del grupo, como si lo conociera de toda la vida. En ese sentido yo me sentí un poco solo a veces, porque soy una persona a la que se debe conocer de forma más "íntima" y se necesita más tiempo para ello. Eso no significa que mi estancia en Dublín con esas 48 personas no haya sido bonita. De hecho, ahora que por fin estoy en España echo de menos todo aquello y a muchas personas. Echo de menos los días lluviosos, reunirme con el ciento y la madre en mi habitación para jugar a las 7:30 (cartas) con pruebas (como hacer un striptease con Migue, los dos vestidos de chica), aquellas clases compartidas con personas de otros puntos de España y de Italia, esas conversaciones a las tantas en las que casi todos nos quedábamos fritos (en cama y suelo ajenos) y al final solo la seguían 2 o 3 personas, los chistes malos de Carlos (un chico que por la noche era otro, como si estuviera borracho), los insultos (cariñosos para ella) de Cynthia, las broncas de nuestra monitora Bea a las tantas porque no dejábamos dormir a nadie, la risa contagiosa de Vero (y su peculiar vocabulario procedente de Los Palacios que casi nadie entendía), las clases de hip-hop que nos dejaban agotados y, sobre todo, el cariño y la complicidad que todos, en mayor o menor medida, me han brindado, haciéndome sentir único en muchos momentos. Solo espero que el tiempo no nos separe y que el grupo IR01.03 quede grabado para siempre en mi corazón. ¡Os quiero mucho!


Para terminar, ¡un vídeo para el recuerdo!
http://www.youtube.com/watch?v=LT_8ceupkLA</b></div>