domingo, 22 de enero de 2012

Palabras que se me escapan en la madrugada

Hacía un calor sofocante. El chico abrió la ventana y la habitación se impregnó del aroma misterioso de la noche, mezcla de jazmines y lejanos recuerdos, tan lejanos como aquella luna que brillaba allí a lo alto. El aire acariciaba con delicadeza su cuerpo semidesnudo, y el espejo del armario estaba iluminado por el resplandor que entraba por la ventana. Sus ojos deseaban cerrarse, pero su cabeza parecía empeñada en impedírselo. En ellos se reflejaban el cansancio, la melancolía, la honda tristeza del viajero que se busca a sí mismo pero que no puede olvidar que sus huellas siguen allí, en alguna parte.